
Artículo anterior: Chefchaouen – Fes
Menuda maravilla, casi no hay palabras para describir la sorpresa que nos ha sido la zona de Ifrane. A medida que nos acercábamos a Ifrane era como si poco a poco nos fuéramos transportando a otro país muy distinto a lo que habíamos visto hasta el momento. Bosques majestuosos se levantaban a nuestro alrededor y no había rastro de basura en ningún sitio. Llegamos hacia media mañana al pueblo de Ifrane, y tras hacer la compra, una de las más caras que hemos hecho hasta ahora en Marruecos, nos paseamos un poco por el pueblo. En Ifrane tiene una de sus muchas casas el rey, y por ese motivo está toda la zona extremadamente limpia. En el centro es difícil encontrarte edificios en mal estado o basura por doquier, como pasa en muchos otros sitios. Es también una zona turística del más alto estánding de Marruecos, por sus pistas de esquí y muy famosa por su Universidad de lengua Inglesa, la más cara del país.


Con la compra hecha nos fuimos hacia ver la Source vitelle, una zona con mucha agua, verde, cedros y monos. Nos habían dicho que era bonito pero no sabíamos que nos esperaba. No habíamos buscado nada más de información ni visto ninguna foto del lugar. Nos lo encontramos de sopetón y un chillido de ‘¡para aquí!’ lo dictó todo. Dejamos la furgo en un parking, como no, y nos pusimos a andar un poco por allí. Muy en silencio al principio pues ninguno de los dos podíamos creer lo que estábamos viendo, era como estar en Ribendel y que en cualquier momento un elfo se acercaría a darnos la bienvenida. Las filigranas de los árboles, el césped, los dibujos en la tierra que había dibujado el paso del agua durante tantos años, las cabras pasturando y la calma, nada más. Bajamos por un camino y nos encontramos con las cascadas de la virgen, era un lugar magnífico, no se puede describir de otra manera.




Empezábamos a tener hambre, y aunque el sitio era espléndido, el parking dónde estábamos no tanto, era muy pequeño y cerca de la carretera. Además estaba lleno de hombres ofreciendo rutas con caballos, que para nada se veían cuidados ni con ganas de estar allí y llevar a turistas arriba y abajo. Nos incomodan mucho las atracciones turísticas con animales, ya que lo consideramos plenamente maltrato animal, y no paraban de ofrecernos dar un paseo así que decidimos ir a otro sitio a comer. Pagamos el parking y seguimos por dónde habíamos venido. No conducimos más de dos minutos cuando solté otro ‘¡para aquí!’. Era una zona preciosa igual que la de donde veníamos, pero para nada llena de turistas, ni con parking de pago, ni con atracciones de caballos. Tan solo dos pequeñas familias de locales haciendo tranquilamente un picnic. Era perfecto, así que paramos, nos hicimos la comida y comimos allí, rodeados de césped, agua y tranquilidad.

Estuvimos un buen rato relajandonos allí, hasta que empezó a hacer un poco más de fresco y decidimos movernos hasta el park4night que habíamos elegido en Azrou, un ciudad muy cercana a Ifrane. ¡Qué acierto! Era un parking en la entrada de un bosque de cedros muy popular, sobretodo porqué en esta zona habitan los monos de Berbería, es el lugar perfecto para verlos de cerca y en libertad, y el gran cedro milenario Gouraud, el cedro más grande de la región que por desgracia murió hace unos años. Aparcamos la furgo y empezamos a andar por el bosque, no llevábamos más de cinco minutos cuando nos encontramos el primer mono, tranquilo, encima de una rama de cedro, mirándonos como si interactuar con nosotros fuera para él la cosa más normal del mundo. Para nosotros era emocionante, nunca habíamos estado delante de un mono en estado salvaje y desde luego no tan cerca. Vimos cantidad de monos, los turistas les daban de comer para hacerse fotos con ellos y intentar tocarlos. Por muchas ganas que tuviéramos de hacer lo mismo, nos mantuvimos a cierta distancia, sin molestar ni alimentarlos. Al fin y al cabo no dejan de ser animales salvajes y ese es un comportamiento para nada bueno hacia ellos. Aún así nos dejaron acercarnos muchísimo y sacar unas fotos preciosas.


Dormimos en el parking súper tranquilos, con el sonido de los perros de lejos y los cuervos volando sobre nosotros. Por la mañana Aitor salió a dar un paseo y a hacer fotos mientras yo aproveché para dormir un poco más. Cuando volvió me dijo que había visto un sitio genial pero que había una furgoneta y como era tan temprano no se había acercado a ver para no molestar. Después de almorzar tranquilos, fuimos a dar un paseo por el bosque. Nos acercamos al claro y hacia la parte del bosque donde había la furgoneta. Nos saludó muy amablemente un hombre belga, que hablaba muy bien el castellano porque su mujer era de Brazil. Nos contó que habían pasado allí completamente solos, sin más que la visita de algún mono y algún local de picnic y que ya se iban. Volvimos rápido hacia el parking para cambiar la furgo de sitio. Nos quedaríamos una noche más allí, en ese sitio tranquilo, espectacular, solos con los monos, los cuervos y los árboles, era perfecto. Pero no llevábamos más de 20 minutos allí, que llegó una furgoneta con cinco tíos dentro que aparcó justo al lado de la nuestra… Pero eso ya es otra historia.


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